Las venganzas digitales: un peligro que crece

Por: Tamara Zylbersztejn

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La cultura de la cancelación y los escraches virtuales son prácticas sociales que se consolidaron en estos últimos tiempos a raíz de los cambios que se produjeron en las maneras de relacionarnos en los espacios digitales.

El 12 de octubre de 2018 la vida del músico callejero Javier Messina cambió por completo. Ese día una joven de la ciudad de Rosario, Santa Fe, difundió un audio por WhatsApp, en el que contaba que estaba en la guardia de un hospital ya que mientras viajaba en un colectivo de la línea 144 habían intentado drogarla con burundanga y secuestrarla. Además, en el mensaje la joven relataba que se le había acercado un varón de entre 30 y 40 años para compartirle un fanzine, un tipo de revista, que él mismo realizaba y para ofrecerle escuchar música de sus auriculares. El mensaje rápidamente se viralizó, es decir que de manera veloz llegó a cientos de usuarios y usuarias. Y por las características que la chica brindó, Javier Messina fue señalado como el responsable del hecho por la ciudadanía y los medios de comunicación que no verificaron ni confirmaron el audio.

A partir de ahí se produjeron de manera vertiginosa una serie de eventos que dejaron en evidencia lo compleja que es la situación cuando se construye un escenario en el que socialmente se declara culpable de un acontecimiento a una persona sin respetar ni esperar los debidos procesos judiciales. Javier Messina tenía condena social y con eso bastó para que recibiera escraches en las redes sociales, para que los medios mostraran su rostro sin difuminar, para que lo golpearan en la calle y para que terminara preso en una comisaría.

Guido Bastus, abogado en Kaplun & Rubinska Abogados, en una investigación realizada para la Universidad de San Andrés, afirma:

“Con la irrupción de las redes sociales, se observan con mayor generalización los denominados escarnios o escraches digitales como método de punición alternativa, pública, masiva, informal, instantánea, gratuita, de propia mano y por fuera del sistema de administración de justicia estatal. Hemos regresado a un método de punición que fomenta el avergonzamiento público de sujetos señalados de cometer delitos. En este sentido los escraches digitales brindan novedosos desafíos, propios al medio en el cual confluyen”.

Por su parte, Paola Bonavitta, Clara Presman y Jeli Camacho Becerra, docentes y especialistas en género, en su artículo «Ciberfeminismo. Viejas luchas, nuevas estrategias: el escrache virtual como herramienta de acción y resistencia«, dicen:

“Resulta importante pensar las diferencias que pueden tener el ciberacoso según quién lo perpetra, quién lo sufre y en qué contexto social, cultural, económico y político tienen lugar”.

Finalmente, un año después del hecho, el Ministerio Público Fiscal de Rosario informó que en la investigación de toxicología realizada a la chica en el hospital no se encontró nada relacionado a la burundanga y concluyó que no hubo indicios en los que se pudiera corroborar lo denunciado. Al mismo tiempo, una vez probada la inocencia de Javier Messina, empezó un hostigamiento en las redes sociales hacia “la joven” y no volvió a aparecer públicamente. Como consecuencia de las situaciones vividas, el domingo 10 de noviembre, Javier fue a visitar a su hermana menor y de un momento a otro saltó al vacío desde un piso 14, poniendo fin a la pesadilla en la que se había convertido su vida.*

* Artículo basado en la información de “La segunda muerte del Dios Punk”, un podcast de Nicolás Maggi.

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