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Los desórdenes de la información debilitan y amenazan el funcionamiento de los sistemas democráticos. ¿Cómo detenemos las campañas de desinformación sin atentar contra el derecho a la información y la libertad de expresión?

Remedios milagrosos contra el COVID-19, medidas inexistentes de Gobierno y hasta supuestas conspiraciones internacionales. Las piezas de desinformación circulan por los medios tradicionales y digitales, las redes sociales y los grupos de mensajería instantánea. La ciudadanía hoy lidia con un gran caudal de verdades a medias, engaños y falsedades, en un escenario mediático que presenta mayor facilidad para la creación de contenidos y velocidad en la transmisión de los mensajes. Estas cualidades impactaron de lleno sobre las rutinas informativas. El sistema de medios quedó en jaque.

La expansión de internet condujo a un cambio sin precedentes en los modos de producir, consumir y difundir contenidos. El espacio mediático se amplió y las reglas del decir se modificaron. Y, si bien las noticias falsas no son un fenómeno nuevo, las mentiras ahora se mueven mucho más rápido que la verdad en las redes sociales (Vosoughi, Roy y Aral, 2018).

La Comisión Europea (2018) define a la desinformación como toda forma de “información falsa, inexacta o engañosa diseñada, presentada y promovida intencionalmente para causar daño público o con fines de lucro”. Este fenómeno aqueja a los procesos de comunicación pública, pero sus efectos no se limitan a batallas discursivas. La desinformación tiene consecuencias reales y concretas. Los desórdenes de la información debilitan y amenazan el funcionamiento de los sistemas democráticos: contaminan la discusión de los asuntos públicos, debilitan el rico debate de ideas y empobrecen la toma de decisiones. Estos engaños son diseñados para instalar posiciones sobre diversos temas, polarizar discursos, como también manipular la opinión pública para impulsar acciones concretas.

En este escenario, los medios de comunicación cumplen un papel central como mediadores de la realidad social. Tienen el poder para favorecer la amplificación de las ideas y opiniones, como también de brindar información fiable a los usuarios de noticias, quienes muestran su preocupación por la desinformación a nivel global, sumado a la caída de confianza en los medios (Newman et al, 2020; Newman, 2021).

Si nos enfocamos en las organizaciones de noticias, los profesionales de los medios deben comprender la trompeta de amplificación, modo por el que los creadores de mentiras buscan que sus contenidos lleguen a mayor público (First Draft, 2018). Los medios tienen responsabilidad al amplificar el contenido que muchas veces parte de un sitio desconocido y comienza a desplazarse a otras plataformas y así se viraliza. Hay que encontrar el punto de inflexión. No se debe informar demasiado pronto sobre rumores o contenido engañoso, pero a su vez, no hacerlo tarde, porque implica que la mentira se propagó y será difícil poder detenerla. Por eso, las organizaciones de noticias requieren acelerar procesos de verificación de datos para brindar información de mayor credibilidad ante un escenario con pocas certezas. El chequeo de la información no debe ser prioridad sólo cuando hay sospecha de la veracidad de un dato, sino que debe ser una práctica inherente del quehacer periodístico.

La desinformación presenta grandes desafíos para el ejercicio del periodismo y el ecosistema de la información, en un contexto de poca confianza de la ciudadanía en instituciones. También hay que decir que los medios, como empresas con intereses corporativos, económicos y políticos, operan en el espacio público, priorizando temáticas, fuentes y datos. Sabemos que desde los medios se han difundido engaños y mentiras, muchas veces por errores involuntarios y otros, por intereses espurios en complicidad con sectores políticos y judiciales. Sabemos que se requiere de un periodismo comprometido con la verdad, la independencia y la responsabilidad ante la sociedad. En lugar de acallar voces, necesitamos más y mejor periodismo.

Ahora bien, las llamadas fake news no conciernen sólo al mundo de las noticias, sino a todos los creadores de contenido. A este escenario se suman millones de piezas que se generan en un minuto de internet, sobre todo en las redes sociales. ¿Cómo detenemos las campañas de desinformación sin atentar contra el derecho a la información y la libertad de expresión?

Este es un debate aún abierto. En los últimos años, ante el avance de las campañas de desinformación, aparecieron intentos de regulación sobre la circulación de mensajes y la moderación de contenidos. Hoy, gran parte de estas decisiones recaen en las empresas tecnológicas, dueñas de las plataformas, y son ellas las que marcan los criterios de qué ideas pueden circular y cuáles deben censurarse. Ante un gran caudal de datos, la tarea de moderación es titánica, y por eso, se emplean algoritmos para tratar de discernir la mentira de la verdad. Ya varios de estos intentos fallaron, al filtrar, eliminar y bloquear contenido de humor, textos de opinión o material histórico, atentando contra el ejercicio del derecho a la expresión y a la información.

Necesitamos, como sociedad, debatir una vez más, pautas claras para la expresión, desde una perspectiva de los derechos humanos, que resguarde nuestras libertades. Se trata de construir consensos. Los ciudadanos tenemos derecho a informarnos, sin caer en engaños, a escuchar opiniones diferentes a las nuestras, y a encontrar distintos puntos de vista sobre un mismo tema, para poder tomar decisiones y participar de nuestra democracia.

Referencias:

Comisión Europea (2018). A multi-dimensional approach to disinformation. Report of the independent High Level Group on fake news and online disinformation. Luxembourg: Publications Office of the European Union.
Newman, N., Fletcher, R., Schulz, A, Andi S. & Nielsen, R (2020). Reuters Institute Digital News Report 2020, Reuters Institute for the Study of Journalism.
https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/sites/default/files/2020-06/DNR_2020_FINAL.pdf
Newman, N. (2021). Resumen ejecutivo y hallazgos clave del informe de 2021. Reuters Institute.
https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/es/digital-news-report/2021/dnr-resumen-ejecutivo
Vosoughi, S., Roy, D., y Aral, S. (2018). «The spread of true and false news online». Science, 359 (6380), 1146-1151. doi: 10.1126/science.aap9559
Wardle, C. (27 de diciembre de 2018) 5 Lessons for Reporting in an Age of Disinformation. First Draft. Disponible en https://firstdraftnews.org/articles/5-lessons-for-reporting-in-an-age-of-disinformation/

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